PREMIS SANT JORDI 2020 – LLENGUA CASTELLANA – PROSA

Júlia Escudero – Mareas altas

5/08/1720

La oscura tormenta se había apoderado del mar a nuestro alrededor. El barco era difícil de controlar, la tripulación no podía casi abrir los ojos. Algunos sombreros acabaron entre las dañinas y hambrientas olas, jamás habíamos pasado por una tempestad de tal magnitud.

Por suerte o por desgracia, tenía a Noen Kidd. A pesar de ser un gran tripulante y mi mano derecha, sentía una gran debilidad por las mujeres y yo, por desgracia, no era la excepción. Kidd era amable y debo admitir que atractivo, pero nunca fui buena con los hombres, o mejor dicho, manteniendo una relación con ellos.

Como decía, Noen estaba conmigo al timón. Ambos lográbamos enderezar la embarcación lo máximo posible, pero aún así, el fuerte temporal y las olas cada vez más fuertes lograban hacernos perder el control. 

No fue hasta minutos después que logramos traspasar esa barrera de agua. 

Debo admitir, que aún siendo capitana, nunca pude soportar las tormentas. Sí, yo, la infame Aurah Teach, tenía miedo de los fuertes temporales. Una vez acabó, movilicé a toda la tripulación y me dispuse a ir a mi lugar favorito de ese barco. La proa. Su suelo estaba roto, por lo que amarré algunas redes. Mientras miraba el mar, noté como dos brazos me levantaron y posteriormente, me colocaron sobre las pocas planchas de madera que no se romperían con nuestro peso. Era Noen. 

Él tan solo tenía tres años más que yo y no era mucho más alto que esta servidora. 

Sus brazos bajaron lentamente a la cintura para abrazarme. Tras un año de noviazgo, Noen sabía perfectamente cómo calmarme. Con tan solo abrazarme y estar en silencio, era suficiente.

Lentamente dejé mi cabeza caer hacia atrás, acabando por recostarla sobre su hombro. Sé con certeza que ambos mirábamos al horizonte como si el mundo fuera nuestro.

Con no demasiada fuerza, Kidd me dio la vuelta para que pudiéramos vernos y casi sin percatarme, colocó su estimado sombrero en mi cabeza. Se inclinó suavemente para quedar a la altura de mi oído y en un susurro me dijo que una capitana no debe avergonzarse por sus miedos. Al erguirse, examinó mi sonrojado rostro y dejó caer un suave beso sobre mis labios.

Dos días más tarde, nos encontrábamos junto con la tripulación cantando y bebiendo alegremente. Noen me miró y prometió entregarme el sombrero de Norrington, comodoro de la marina Inglesa.

Lo que yo no supe es que esas iban a ser las últimas palabras que oiría salir de entre sus labios. Pues otra tormenta cayó sobre nosotros. No era tan fuerte como la anterior, pero sí lo suficiente para hacer caer a Noen al mar y arrastrarlo al fondo.

¿Mi mayor tesoro? No es todo el oro, el mejor navío ni todas las joyas del mundo. Mi más preciado bien es su sombrero. El objeto por el que mataría hasta al más poderoso gobernador si osara arrebatármelo.