CONCURS LITERARI LLENGUA CASTELLANA SANT JORDI 2022

Albert Saludas – Andén 224

Ojalá dos más dos fuesen las cuatro de la tarde y de repente llamara a mi puerta un tren del que bajaran tus maletas a medio escalón del mar.

Tendría el coche aparcado con las luces encendidas tras un contenedor de letras que dormirían y, de fondo las olas de plástico zarpando al compás del qué dirán.

No hablé de los pájaros, pero estos llorarían, porque cantar penas es llorar y de noche duelen días.

Tres canciones más tarde llegarías tú, tres más tarde que tus dos maletas, y bajarías de una pieza, una de mármol.

No creo que recuerdes mi mirada, pero ciego cerraría los ojos para ignorar la tristeza de las luces apagadas y, vivo, giraría medio grado, que fue medio año, hasta llegar aquí.

Abrazos que duelen sanando, que volví a casa pero me voy a ir, que me voy y no sabes si volveré, eso cantaría la noche que empezaba, justo antes del final.

Morirían tres noches y, agotado, marcharía el condicional a casa de mamá, que habría esperado a la perfección.

Te eché de menos cuando subiste al tren, tus maletas vacías dejaban un rastro gris que apagaba los colores de la tarde, demasiado tarde.

Te despediste de los tres con dos hasta ahora y un hasta luego y musicaste cada paso entre andén y andén. El siguiente tren secuestró tus maletas, que sin queja ni habla dejaron ver media palabra de cristal que gritaba silencios asustados de sentimientos infinitos.

Y de nuevo te encerraste en una caja de luces que imitaba tu voz como si realmente te hubieses quedado, aunque supongo que por ciego no te veía por más que buscaba.

Desfilé por tardes vacías viendo cómo huías de los caminos que deseaba subir contigo, y sin brazos ni fuerzas cansé el sentido de esperar las noches nacer.

Lo siento por no poder vivir tu música de tus mismos auriculares, y por pesar más que los jueves aún queriendo hacerte volar.

Entiendo que el control se pierde cuando el día pide tiempo y las horas más se alargan.

Voy a quedarme debajo de mi paraguas esperando tu calma que destruye esta tormenta.

Ojalá dos más dos jamás sean dos ojos que una vez se miraron y ahora lloran clavados en los techos de dos mundos unidos por un hilo rojo teñido de eco.

No dudes que seguirá resonando en mí todo lo que en ti ha sonreído y que a mil metros del mar floreceré del bolsillo pequeño de tu maleta azul, para quedarme en casa por primera vez.

Guardo el paraguas, canten los pájaros, paren las maletas y lluevan los sordos pasillos que llevaban al andén.