El pasado martes 24 de enero los alumnos de segundo de bachillerato embarcaron en un tren hacia Madrid. El viaje a la capital en el último curso es ya una tradición instaurada y respetada por los coordinadores, que este año se ha podido retomar después de la pandemia.
En cuanto al viaje, este tuvo una frenética sucesión de actividades para exprimir al máximo los tres días de estancia.
El primer día, después del “ligeramente” interminable viaje, los alumnos visitaron la casa museo Lope de Vega. Allí pudieron ver cómo era la vida en el Siglo de Oro de la literatura española.
Pero ese día no acabó allí, y es que por la noche fueron a ver el aclamado espectáculo estrella de Madrid: El Rey León. Una oferta de última hora permitió realizar esta parada no tan tradicional que no dejó indiferente a nadie.
El día siguiente fue día de museos: primero El Prado, donde los compañeros de Historia del Arte se turnaron el micro para explicar al resto las peculiaridades de diversos cuadros expuestos.
Después de comer fue el turno del museo Reina Sofía, donde vieron muchas obras, pero no las que esperaban pues resulta que algunas de las obras señaladas para visitar habían sido trasladadas a otras exposiciones.
En el tercer y último día de viaje, el grupo emprendió un épico y esperanzado trayecto hacia el Palacio Real, rezando para poder entrar, dado que les habían cancelado la visita el día anterior debido a un evento político. Con todo, consiguieron entrar sin problemas, aunque Marga, la profesora de historia, tuvo que hacer de guía.
Después de la visita los alumnos tuvieron un último momento para comer y despedirse de la ciudad antes de volver a Barcelona.
Así concluyó el viaje a la capital, en el que hubo múltiples visitas a museos y espectáculos y aun así hubo tiempo para perderse en la ciudad. Aunque claro, nadie se perdió realmente… Creo.
VÍCTOR RUIZ – 2n B BTX
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