Amor imposible

Aquí podéis disfrutar de algunos de los escritos que han realizado los alumnos de primer curso de la ESO, en la asignatura de Lengua castellana, a partir de la idea de un Amor imposible.

 

Amor imposible

 

 

En una casa en la montaña, una abuela explica a sus tres nietas una historia de amor… La historia empieza así:

 

Hace sesenta años en el barrio The City, en Londres, vivía una dama llamada Clementtine. Clementtine vivía sola, en una pequeña casa en el centro del barrio. Trabajaba en una fábrica donde se confeccionaba ropa.Trabajaba diez horas al día, seis días a la semana. A cambio ganaba una miseria de dinero al mes, que le ayudaba a poder alimentarse y pagar la casa en la que vivía. Siempre llevaba la misma ropa, ya que no se podía permitir gastar el poco dinero que ganaba en  ropa.

 

Clementtine tenía un secreto que nunca había contado. Estaba enamorada de un hombre, ese hombre era propietario de una tienda de ropa para ricos. Su nombre era Edward. Edward era soltero y muy rico. Tenía los cabellos negros como la noche y los ojos azulados como el agua del mar. El sueño de Clementtine era vivir junto a él durante toda su vida.

 

Un día que tuvo fiesta se puso su mejor vestido y fue a visitar la tienda de Edward. Cuando pasó  por delante, vio cómo no paraba de mirarla. De golpe Edward se acercó a ella y la invitó a cenar a un restaurante. Clementtine, naturalmente, dijo que sí.

 

Se fue a comprar un vestido para esa ocasión tan importante y un poco de maquillaje. Se fue a su casa y se preparó para la noche más importante de su vida.

 

Cuando acabó se dirigió hacia el restaurante en el que habían quedado. Cuando llegó no vio a Edward. Se sentó en un banco que había en la entrada, a esperarle. Pasaron dos horas y no aparecía. Cuando iba de camino a casa,  vio a Edward  besandose con una chica.

 

Al ver esa imagen, se le rompió el corazón, se puso a llorar y del dolor que sintió murió allí, mientras miraba a Edward pensando que era un Amor Imposible.

 

FIN

 

Sandra Aldírez Carrasco

1r A

 

 

 

Amor eterno

 

-Era 1953, hace ya sesenta años, – Dijo Eddy a Arthur. Eddy era el sobrenombre de Edward, el abuelo del pequeño Arthur. Edward le estaba explicando su dolorosa historia de amor a su nieto… Parecida a Romeo y Julieta, parecida: pero no igual. – cuándo yo aún vivía en el centro de Londres…

 -¡Espera! –  Arthur, le frenó. – ¿Qué me vas a contar ahora, abuelo?

 -¡Uy! Te voy a contar la mejor de todas mis aventuras, pero esta no acaba muy bien, como las demás: en esta no me salvo de cocodrilos ni salgo a tiempo de un templo derrumbándose, nada de eso, sino que esta… – Eddy paró. Se quedaron en silencio y de la mejilla arrugada de Eddy, resbaló una triste lágrima. Pero el pequeño Arthur rompió el silencio.

 -¿Qué pasa abuelo?

 -Ah, no nada hijo. Nada, nada. Bueno, ¿dónde estábamos? ¡A, sí! Bien, que esta historia no es como las demás que te he contado sino que es diferente. También, al fin descubrirás el principio de todo…

Finalmente el abuelo empezó a explicar la historia.

 – Cómo te decía, era 1953, en Londres. Yo salía de la agencia de viajes: como ya sabes, era y soy un geólogo muy aventurero (lo que pasa es que ahora ya no puedo viajar tanto por la edad y las dificultades que tengo…). Allí había ido a comprar mis billetes para mi viaje a la expedición en las Islas de Pascua. El vuelo me había costado mucho dinero: me había gastado casi todos mis ahorros. El vuelosería el 23 de marzo.

 Mientras  Edward Jowson explicaba su historia, Arthur se iba imaginando a su abuelo de joven haciendo todo lo que le dictaba… – Entonces, decidí ir a tomarme un buen british breackfas en la cafetería de al lado, “Jon’s Café”. Cuando me senté, allí vi a una preciosa dama, la cafetera. Instantáneamente me enamoré. “Es la mujer más bella que he visto en mi vida” me dije a mí mismo.

 El abuelo iba contando más misteriosamente su historia. Eso le encantaba a Arthur, porque se centraba más en el papel de su abuelo, como si él fuera Eddy y estuviera viviendo ese momento.

 Le explicó que estuvo charlando mucho rato con esa preciosa dama, la que se llamaba Alice, y al final, tuvo el valor de pedirle salir: su primera cita.

 – Quedamos en la calle que hacía esquina de la biblioteca del barrio donde antiguamente vivía, a las cinco y media. Me había vestido con mi mejor ropa, la de los domingos. Y entonces llegó ella. Estaba guapísima: llevaba una falda larga de color rosa conjuntado con una blusa de rosas pequeñitas de color rosa con hojas verdes. En el cuello llevaba un pañuelo fucsia (igual que el de la falda). Su larga melena iba recogida en una coleta, en el flequillo se hiz un tupé. El maquillaje la acababa de hacer “perfecta”.

 La historia de Jowson era larga, pero a Arthur le gustaba. Ahora todo el rato hablaba de lo mismo: los besos que se daban, de las citas, una noche en el bar… ¡Amor! Hasta que llegó la parte más emocionante y triste.

 -Y aquí, es donde se estropeó todo. Llegó el 23 de marzo, el día de vuelo hacia las Islas de Pascua. Por una parte, tenía muchas ganas de ir, es lo que había estado esperando todo ese tiempo. Pero era para mucho tiempo, era una expedición larga: allí estaría un año… Casi que me mudaba. Y por otra parte, no me gustaba mucho porque me tenía que separar de mi querida Alice, durante mucho tiempo…

 Arthur iba haciendo preguntas de tanto en tanto. Al tener 7 años, no entendía todas las palabras.

 -Entonces ya llegué a las Islas. Eran muy bonitas. Allí me encontré con mis compañeros de trabajo que hacía más de dos años que no los veía. Ellos también eran mis colegas: les expliqué mi relación con Alice. – Dijo Edward. Suspiró y continuó.

 -Cuando hacía solo seis meses que estaba allí, el 30 de setiembre recibí una llamada muy urgente. Me avisaron rapidísimo.

 -¿Qué decía esa llamada, abuelo?

 -Era una llamada del hospital, Arthur. Me llamaba la madre, de Alice (que conocí antes de marchar a la Islas) desde el teléfono del hospital. Me decía algo muy triste. Algo que me afectó mucho… – Eddy paró de nuevo y miró hacia el techo con los ojos brillantes, a punto de llorar pero conteniéndose las lágrimas. A Arthur le sabía mal. Se sentía mal por su abuelo: aún no se imaginaba qué pasaba pero sabía que era algo muy triste… Porque ningún Jowson llora porque sí; ha de haber una razón.

 -¡Ay! Lo siento, hijo. Siempre me pasa cuando me acuerdo…

 -No pasa nada, abuelo. – Le interrumpió. Arthur bajó la cabeza…

 -¡Sí que pasa, Arthur! No te sientas mal por mí. – Le dijo al nieto apoyando la mano en su hombro izquierdo. El niño, subió la cabeza y abrazó al abuelo. Este continuó con su historia.

 -Bueno, la llamada decía que Alice llevaba casi un año en el hospital por una enfermedad. Antes de marchar a las Islas, la dejé embarazada: hicimos el amor.

 -¿Que quiere decir “hacer el amor”, abuelo?

 -¡Uy! Se me ha escapado, podría haber utilizado alguna otra palabra… – Le guiñó el ojo. – Ya sabrás el significado cuando seas mayor.

 -Entonces, había dejado embarazada a Alice; para que lo entiendas mejor, habíamos “hecho” un bebé. – Aquí, Arthur lo entendió todo… – El bebé nació antes de tiempo y Alice cogió esa enfermedad. Enfermó tanto que el día que llamaron fue el día de su fallecimiento.

 -¿Y qué hiciste, abuelo? – Preguntó Arthur curioso.

 -¡Lo primero que se me pasó por la cabeza! Decidí dejar la expedición e ir al funeral de mi querida Alice. Durante todo el viaje lloré… nunca había amado a alguien tanto des deque la conocí. Pero, al llegar, ¡me encontré con una gran sorpresa! El bebé que tuvo Alice antes de tiempo, sobrevivió tras días y noches de cura y vigilancia. ¿Y qué crees que pasó?

 Arthur levantó los hombros expresando un “no sé”.

 -¡Pues que yo tenía que encargarme de ese bebé! Le puse el nombre de Andy. Entonces el bebé fue creciendo y creciendo… Aprendió a caminar, iba al colegio, y luego al instituto… Y vivía su vida, como yo.  Dejé atrás lo de Alice y vivía mi vida como me gustaba. Pero lo nuestro siempre fue y es amor eterno…

 Pero entonces Eddy dijo:

 -Ahora tienes que pensar. Dime, ¿qué has aprendido de esta historia, hijo?

 Arthur pensó y compartió su conclusión:

 -Pues que si te pasa algo malo o que no te gusta, tienes que afrontarlo y seguir hacia delante: vivir tu vida.

 Eddy sonrió y le hizo una especie de caricia en el pelo al pequeño Arthur. Este también sonrió.

 -¡Bajar a comer! – Era la madre de Arthur, los llamaba para comer. Eddy se levantó y le dijo:

 -¿Sabes qué? Intenta solucionar esto: piensa en tus familiares, encájalos con los de mi historia y cuéntame tu solución. A ver si puedes – Le guiñó el ojo y bajó las escaleras para comer. Arthur, un niño muy astuto, se quedó de pie unos instantes y lo entendió enseguida. Bajó las escaleras.

 -¡Tú eres mi abuelo, Eddy; Alice es mi abuela, que murió al nacer Andy: papá, el hijo que tu criaste; entonces papá conoció a mamá y mamá y papá me crearon a mí! – Dijo Arthur todo satisfecho. Ahora Arthur lo entendía todo, ya sabía quien fue su abuela, como nació su padre y la fantástica y triste historia de su abuelo Edward.

 -Arthur Albert Jowson, eres un genio. – Dijo el viejo Jowson.

 De nuevo, abuelo y nieto se abrazaron. Este abrazo duró mucho más, hasta que la madre de Arthur les volvió a avisar para ir a comer…

 Fue un día muy especial para Arthur y también para Eddy: al fin había podido contar a alguien más su historia a parte de su padre y sus amigos…

 Lo de Alice, siempre sería amor eterno.

 FIN

 Júlia Adalid Pérez

1r A

 

Deixa un comentari

L'adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *